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Trump y Biden igualados en un debate limpio

El segundo y último debate entre los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos fue, por fin, una contraposición coherente de ideas que reflejaron dos visiones muy distintas del futuro inmediato del país. O bien un regreso a las políticas de la era de Barack Obama en materia de sanidad, inmigración y política exterior, o la liquidación definitiva de estas con cuatro años más de gobierno de Donald Trump, quien prometió erradicar los nefastos efectos de la pandemia.

El encuentro, realizado en la localidad de Nashville (Tennessee), estuvo marcado por las duras acusaciones de corrupción entre uno y otro candidato. Trump citó alegaciones infundadas de que Biden se benefició personalmente de los negocios de su hijo. El demócrata, por su parte, sacó a relucir las opacas cuentas fiscales del presidente.

Lo realmente importante, sin embargo, fue que ayer los candidatos respetaron escrupulosamente los turnos de palabra, y se ahorraron los exabruptos, a diferencia del primer cara a cara, bronco y plagado de insultos.

Según las encuestas, Trump necesitaba ganar. En los sondeos, el presidente está en promedio 8,2 puntos por detrás del demócrata, según la media ponderada del sitio web FiveThirtyEight. Y va por detrás en todos los estados decisivos. Es cierto, sin embargo, que también Hillary Clinton le sacó ventaja en las encuestas en todos esos territorios en 2016, y Trump acabó ganando.

La pandemia centró la parte inicial del debate, y Trump, presionado por la moderadora y su oponente, se vio obligado a decir que asumía su responsabilidad. Por su parte, Biden recordó la elevada cifra de muertos, más de 225.000 estadounidenses y advirtió que el país se dirige hacia "un invierno oscuro".

El mandatario intentó dibujar a Biden como el "típico político", con constantes referencias a su larga carrera y, en especial, a sus dos periodos como vicepresidente de Barack Obama.

El político demócrata, por su parte, buscó mostrar a Trump como un mandatario que ha llevado al país a una profunda crisis, pero que no asume sus responsabilidades, que divide a los estadounidenses y que está desconectado de la vida de los ciudadanos comunes.

El encuentro entre ambos candidatos había generado mucha expectación tras su duro primer cara a cara el pasado 29 de septiembre, que acabó convirtiéndose en un encuentro caótico y de graves descalificaciones.

A ello se sumó la cancelación del segundo debate, previsto para el pasado 15 de octubre, después de que Trump contrajera covid-19 y de que los equipos de campaña no se pusieran de acuerdo sobre las reglas del mismo.

A 12 días de las elecciones, este debate representaba una oportunidad crucial para que ambos intentaran no solo hacer llegar su mensaje a la mayor cantidad de votantes potenciales, sino marcar una diferencia ante su adversario.

Sea como sea, ahora solo cabe esperar a las urnas. El debate no solo no parece haber cambiado mucho, sino que, además, llega tarde. Ya han votado 47 millones de estadounidenses, a quienes el debate, por consiguiente, les llega con retraso.

Aun así, el intercambio entre Trump y Biden puede cambiar la intención de voto de alguno de los aproximadamente 110 millones más que no han dado su respaldo a ninguno de los candidatos. A ellos, los dos septuagenarios que compiten por la Casa Blanca dedicaron su última hora y media de debate.